No solamente de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, y de mucho humor, agregaría yo, con todo respeto.
Por desniveles económicos, por fallas en la salud, por lo que sea que ocurre dentro de la existencia de las personas, algunos momentos se vuelven densos y la tristeza empieza a hacer su nido en el ánimo.
Oportuno, liberador es en tales circunstancias, el toque de humor que va aportando su cuota de sal a la cotidianidad.
Así como (bien se sabe) el llanto ejerce un papel de escape, de desahogo dentro del funcionamiento del organismo, la risa cumple una vital e imprescindible misión en nuestra vida, y consecuentemente, en nuestra salud.
Bendito sea Charles Chaplin, ese genio considerado como el patriarca del humor cinematográfico, y que dentro del cine mudo halló los movimientos, las mímicas que fueron gestando una expresividad más que elocuente, expresividad desencadenante de carcajadas.
Cuánto me he reído y me sigo riendo de aquel hombre con un bastón, un sombrero hongo, unos pantalones caídos, y unos zapatos que le quedaban excesivamente grandes.
A veces creo que Dios ha planeado que el cine fuera mudo en su primera etapa, necesaria y obligatoriamente mudo, para que los tibios, los trabajadores de la calle, las parejas de enamorados, los intelectuales, los ociosos, los aburridos, los individuos cansados de una jornada laboral excesivamente pesada, las personas que vivían en secreto una lucha interior, estallaran en risa ante la revelación de su genialidad humorística. Era tan graciosamente torpe y no tenía un peso en sus bolsillos. Sus movimientos disparatados aseguraban éxitos de taquillas. En “Tiempos modernos” (ya había efectos sonoros entonces) Charles trataba inútilmente de cumplir con sus funciones de empleado en una fábrica que lo empujaba a atornillar las cosas cada vez más y más rápidamente. Quien guarde en la memoria las imágenes de la película recordará que, aturdido, aquel obrero atrapado por la vorágine de los tornillos, había salido a la calle y empezado a perseguir a una mujer que llevaba botones en la falda.
Sí, pienso que Dios, que sabe cuán necesario es el humor en la salud de las gentes, hizo cálculos y halló que Chaplin y el silencio en la pantalla equivalían a una fórmula fantástica. Entonces las mímicas del intérprete de “Candilejas” habrán valido mucho más que esas alicaídas interpretaciones fílmicas, con parlamento, a las que luego nos arrastraron los productores cinematográficos.
Una risa vale oro. Es una pequeña fortuna.
Mario Moreno (Cantinflas ) hizo lo suyo. Y lo hizo, según mi criterio, demasiado bien, pues hasta ahora su hablar por hablar genera sentimientos gratos en los televidentes.
Benditos sean aquellos iluminados por la gracia de Dios, que nos hacen reír para que olvidemos o traslademos a un segundo plano los problemas, las contrariedades, que sí, que existen, pues la vida es así.
Y qué decir del humor en las historietas. Benditas sean Mafalda, una chiquilina que aborrece la sopa y suele observar el globo terráqueo con la frente fruncida, y la testadura y chismosa Susanita, que solamente ansía casarse y tener muchos hijos. Bendito sea Condorito, aquel pajarraco genial que a veces es infiel a su novia Yayita y nunca termina de caer en gracia a su suegra, doña Tremebunda, y se lleva flacamente con Pepe Cortisona. Benditas sean las personas que aún contra los golpes de la existencia buscan poner un momento de humor en el prójimo.
Delfina Acosta
9 de Enero de 2012
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